Sr. Amor y Sra. Libertad: ¿Puede el género gramatical influir en la personificación de conceptos abstractos?

¿Qué es el género gramatical?

El género gramatical es una característica fascinante del lenguaje. No todos los idiomas lo utilizan, y aquellos que lo hacen, no necesariamente coinciden en los sistemas de clasificación de los sustantivos o en la asignación de género a los sustantivos. Por ejemplo, el inglés no tiene género gramatical, el español utiliza una dicotomía masculino-femenino y el alemán tiene un género neutro adicional. Aparte de la categorización del género biológico, como “el hombre; el padre” (en alemán: der Mann, der Vater) o “la mujer; la madre” (en alemán: die Frau, die Mutter), el género gramatical es aparentemente arbitrario. Esto significa que a varios objetos inanimados no humanos se les asigna un género, sin ninguna razón lógica. Las categorizaciones son aleatorias, ya que diferentes idiomas a veces asignan géneros gramaticalmente opuestos al mismo sustantivo. Por ejemplo, una manzana en alemán es masculina (der Apfel), mientras que es femenina en español. En alemán, el sol es femenino y la luna es masculina, mientras que en español es exactamente lo opuesto.

Dado que el género gramatical es una característica morfológica del lenguaje – es decir, los artículos definidos e indefinidos como “el/la” y “un/una”, así como los adjetivos (p.ej, “rojo”, “pequeño”, “poderoso”, etc.) deben conjugarse en concordancia con el género gramatical inherente del sustantivo – los hablantes de una lengua que posee género gramatical siempre deben ser conscientes del género de las palabras que están pronunciando. Por lo tanto, se trata de una característica del lenguaje que es bastante exigente e importante, y a los estudiantes de una lengua con género gramatical se les complica navegar por dicho sistema, especialmente si son nativos de una lengua sin género gramatical.

Relativismo lingüístico – la idea de que el lenguaje afecta al pensamiento 

En el contexto de la ciencia cognitiva y la psicolingüística, la cuestión de si el lenguaje puede afectar al pensamiento ha sido debatida durante siglos. La hipótesis se conoce como relativismo lingüístico y propone que las características gramaticales y otros usos del lenguaje pueden tener un efecto en los procesos cognitivos, como la conceptualización, la memoria o la percepción. Se han realizado varios estudios para probar cómo los humanos de todo el mundo conceptualizan dominios como el tiempo (por ejemplo, ¿en qué dirección se mueve el tiempo?) y la categorización del color (por ejemplo, el ruso tiene dos palabras para el azul, mientras que otros idiomas solo tienen una).

Un caso particularmente interesante es el del género gramatical. A principios de la década de 2000, Lera Boroditsky y sus colegas se preguntaron: “Si los hablantes de varios idiomas categorizan ciertas palabras como masculinas o femeninas, ¿significa esto que los hablantes también conceptualizan y piensan en estas palabras como si fueran más o menos masculinas o femeninas?” Para ilustrar esta idea, ¿parecería el sol más una mujer para los hablantes de alemán (die Sonne) y más un hombre para los hablantes de español? En un experimento, pidieron a hablantes de alemán y español que describieran objetos inanimados con adjetivos, como puente y llave. Todos los sustantivos del experimento se categorizaron de acuerdo con su género gramatical, que resultaba ser opuesto en ambos idiomas. 

Descubrieron que los hablantes de alemán percibían sus claves gramaticalmente masculinas como “duras”, y “útiles”, mientras que los hablantes de español percibían sus claves gramaticalmente femeninas como “pequeñas” e “intrincadas”. Mientras tanto, los hablantes de alemán describían los puentes, que en su idioma tienen género gramatical femenino, como “hermosos” y “elegantes”, los hablantes de español percibían sus puentes gramaticalmente masculinos como “grandes”, “robustos” y “fuertes”. Les parecía a los investigadores que la asignación de género gramatical en los diferentes idiomas había afectado la conceptualización cognitiva de las palabras por parte de los hablantes, haciendo que se centraran en características vinculadas a los estereotipos de género. Estos hallazgos indican un posible efecto del lenguaje que afecta al pensamiento.

A lo largo de las últimas dos décadas, especialmente en los últimos años, muchos han intentado replicar este experimento o elaborar otros experimentos similares para probar la hipótesis del relativismo lingüístico. Algunos han obtenido resultados similares, otros han encontrado evidencias mixtas, mientras que otros no han encontrado tales indicios. Sin embargo, casi todos estos experimentos han utilizado objetos concretos, es decir, cosas que podemos ver, oír, tocar, etc.

Pero ¿qué ocurre con los conceptos abstractos?  

Estos carecen de cualquier vínculo directo con la realidad o la información sensoriomotora. Los conceptos abstractos, como la libertad, la muerte, el tiempo o el amor, existen porque tenemos el lenguaje para definirlos. Como estas palabras dependen más del lenguaje que los objetos concretos, se ha planteado la hipótesis de que el relativismo lingüístico (el impacto del lenguaje en el pensamiento) tendría un efecto más notable en los casos de palabras abstractas.

Un caso particularmente prometedor es el proceso cognitivo que llamamos personificación. La mente humana tiene dificultades para comprender y visualizar conceptos abstractos, lo que también explica por qué los niños pequeños aprenden estas palabras más tarde que los objetos concretos. Las investigaciones han demostrado que hablar de conceptos abstractos o representarlos como entidades personificadas nos ayuda a comprender, recordar y conceptualizar mejor esas palabras. Por ejemplo, uno podría decir “cuando la vida te da limones, …” aunque la vida no sea literalmente capaz de dar, ya que no es un ser animado con conciencia propia. Personificamos entidades y conceptos no humanos a diario, sin siquiera darnos cuenta.

Un ejemplo muy concreto de personificación, en el que interviene el género biológico, es la visualización antropomórfica. Por ejemplo, si imaginamos que el “tiempo” es una persona, ¿qué aspecto tendría? Esta es una característica que se ha utilizado mucho en diversas artes y artefactos culturales, como pinturas, figuras y estatuas. Ahora bien, la pregunta es: si una lengua utiliza el género gramatical, ¿este puede afectar la visualización y la  personificación de los conceptos abstractos? Si la palabra para el tiempo en una lengua es femenina, como en alemán (die Zeit), ¿imaginan los hablantes de esa lengua el tiempo como una mujer? Y, del mismo modo, si es gramaticalmente masculina, como en español (el tiempo), ¿conceptualizan los hablantes el tiempo como un hombre?

Muerte, amor y libertad 

Soldado y MuerteHans Larwin, 1917 Ejemplo de muerte (masculina en su lengua) representada por un hombre
Soldado y Muerte Hans Larwin, 1917 Ejemplo de muerte (masculina en su lengua) representada por un hombre

En 2011, Borodtisky y Segel analizaron más de 700 personificaciones de conceptos abstractos en el arte de Italia, Francia, Alemania y España. Llegaron a la conclusión de que “el género gramatical predecía el género personificado en el 78% de los casos…”, un impacto muy alto del lenguaje en la cognición. Tal vez por eso la Estatua de la Libertad es una mujer, ya que “libertad” es una palabra gramaticalmente femenina en latín y en todas las lenguas romances. También puede explicar por qué “amor” se representa como una figura masculina (Cupido/Eros) en la mitología clásica romana y griega, ya que ambas palabras eran gramaticalmente masculinas en las dos lenguas.

Esto plantea una pregunta interesante: el género gramatical puede no solo influir en nuestra percepción individual de conceptos abstractos, sino también en culturas enteras, mitologías, dioses y diosas y otros tipos de folclore. Un ejemplo interesante es la representación de la muerte. En las culturas de Europa occidental, a menudo es la figura masculina “La Parca” la que simboliza la muerte. En alemán, la muerte es gramaticalmente masculina (der Tod), pero incluso en inglés y danés, idiomas que solían tener género gramatical, la muerte también era gramaticalmente masculina. Mientras tanto, en las culturas eslavas, la muerte a menudo se representa como una mujer, a veces llamada “Marzanna” o “Morana”. Cabe destacar que las palabras para muerte en las lenguas eslavas son gramaticalmente femeninas.Me

Experimento A: ¿Cómo describen las personas los conceptos abstractos?

Cuento de hadasTaras Shevchenko, 1844 Ejemplo de muerte (femenina en su lenguaje) representada por una mujer
Cuento de hadas
Taras Shevchenko, 1844
Ejemplo de muerte (femenina en su lenguaje) representada por una mujer

Quise probar esta hipótesis siguiendo la metodología del experimento de la clave y el puente de Boroditsky. Pedí a hablantes nativos de alemán (34) y español (37) que describieran libremente varios conceptos abstractos con tres adjetivos. Les presenté 10 palabras abstractas, dos eran emociones (ira y amor), dos eran estaciones (primavera e invierno), dos eran creaciones humanas (arte y música) y las cuatro restantes eran infinito, muerte, tiempo y paz. El género gramatical de estas palabras es contrastante entre español y alemán, excepto música (femenino en ambos) e invierno (masculino en ambos).

Los 71 participantes generaron más de 200 adjetivos. Elegí los 15 adjetivos mencionados con más frecuencia y un tercer segmento de habla danesa calificó los adjetivos en una escala binaria de estereotípicamente “masculino” o “femenino”. Algunos ejemplos de adjetivos fueron “bello”, que se calificó como muy femenino, y “rápido”, que se calificó como más masculino. Luego analicé los datos para ver si los participantes habían aplicado características que siguen los estereotipos de género en congruencia con el género gramatical de los conceptos abstractos.

Encontré dos indicios interesantes:

En primer lugar, un argumento de evidencia mixta a favor de un cierto efecto del relativismo lingüístico. Por ejemplo, el adjetivo “cálido” fue calificado como conceptualmente femenino en un 77%. Al describir la palabra “amor” (femenino en alemán, masculino en español), los hablantes de alemán utilizaron el adjetivo “cálido” con el doble de frecuencia. Sin embargo, en otros casos, parecía que los factores individuales o culturales desempeñaron un papel más importante.

El segundo hallazgo fue la indicación de que tanto los hablantes de alemán como de español usaban de modo consistente palabras emocionales para describir conceptos abstractos. De hecho, más de la mitad de los adjetivos más frecuentes estaban relacionados con las emociones; algunos ejemplos son “triste”, “agresivo” y “feliz”. Esto está en línea con la investigación actual que afirma que las emociones son fundamentales para la conceptualización y adquisición de conceptos abstractos. Después de todo, ¿cómo se puede entender la idea de desigualdad si no se puede sentir ira? ¿O el concepto de esperanza si no se puede sentir anticipación y alegría?

Experimento B: ¿Cómo personifican las personas los conceptos abstractos?

Utilicé la última tecnología de inteligencia artificial accesible en ese momento por OpenAI (marzo de 2024) para generar imágenes que representan conceptos abstractos personificados. Cada una de las 10 palabras se representó con dos versiones: una figura masculina y una femenina. Luego, pregunté a los segmentos de habla hispana y alemana por cada concepto abstracto: ¿Qué representación creen que se queda mejor a esta palabra?

Ejemplos de una representación femenina y masculine de la ‘muerte’
Ejemplos de una representación femenina y masculine de la ‘muerte’

Los resultados indican que el género gramatical parece reforzar la percepción del género alegórico o conceptual. Por ejemplo, aunque en ambos segmentos ‘la muerte’ (masculino en alemán) fue generalmente preferida como figura masculina, los hablantes de alemán eligieron consistentemente la figura masculina el 97% de las veces, mientras que los hispanohablantes la eligieron el 78% de las veces – una discrepancia de casi 20 puntos porcentuales. De la misma manera, para la primavera (masculino en alemán), donde la figura femenina fue seleccionada el 94% de las veces por los hispanohablantes, los alemanes seleccionaron la misma figura el 79% de las veces. Este es un hallazgo interesante y puede indicar que el género gramatical no es un factor determinante, sino más bien un factor contribuyente.

 

Ejemplos de una representación femenina y masculine de la ‘primavera’
Ejemplos de una representación femenina y masculine de la ‘primavera’

Aunque parece haber algunos indicios de que el género gramatical afecta a diversos aspectos de la cognición, como la percepción, la personificación y la conceptualización, parece que los factores lingüísticos no son los rasgos más fuertes o definitorios de estos procesos, al menos cuando se aplican a conceptos abstractos. Si tuviéramos que defender un caso notable de relativismo lingüístico, sería crucial establecer el consenso de que el género gramatical no determina la cognición, ni es el único factor que influye en la percepción y otros procesos cognitivos, y, por último, tampoco parece ser el tipo de influencia más presente o dominante.

 

Otis Arnevik Lilley acaba de terminar su maestría en Lengua, Literatura y Cultura Española y Latinoamericana en la Universidad de Aarhus. Al haber crecido de manera bilingüe y continuado su aprendizaje en varios idiomas, siempre ha tenido un profundo interés por la lingüística, las culturas y la psicología. Se ha especializado en el campo de la lingüística interdisciplinaria y la ciencia cognitiva, dedicándose a investigar la idea de que el lenguaje puede afectar el pensamiento, en particular en el caso del género gramatical. Él ve al lenguaje como uno de los conceptos más exclusivamente humanos que existe, y como una gran perspectiva desde la cual podemos comprender nuestras emociones, psicología, procesos cognitivos y a nosotros mismos. Otis sueña con realizar un doctorado para continuar sus investigaciones sobre temas de psicolingüística y las fronteras de la hipótesis del relativismo lingüístico.

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